sábado, 17 de septiembre de 2016

Decálogo verbal para prevenir la violencia de género en la escuela

1) Conoce a tus alumnos y vela por sus derechos verbales 
Para el conocimiento hay que mostrar interés por la vida privada de los estudiantes, por sus intereses y sistema de valores. Es fundamental estar abiertos al diálogo, prever tiempo para desarrollar una relación que, dentro de los límites que corresponden a la relación con el alumnado, nos permita detectar cuándo alguien no está a gusto por algún motivo, así como percibir señales de que algo no funciona como siempre. Tengamos en cuenta que el maltrato psicológico es mucho más sutil que el verbal o físico, porque puede no ir acompañado de vejaciones evidentes ni gestos agresivos.  Además del derecho al respeto de las propias convicciones y del derecho a la integridad y la dignidad personal, hemos de velar por el derecho a la libertad de expresión. Todo estudiante tiene derecho a expresar sus opiniones verbalmente, de manera oral o escrita, individual o colectiva, teniendo en cuenta los cauces que el centro establezca y siempre dentro de los límites previstos en la legislación vigente, es decir, respetando los derechos de las personas a quienes afecten sus palabras.  

2) Sé vigía del lenguaje 
Normalmente hay insultos leves a los que no se suele dar importancia. Sin embargo, algo que nos han enseñado las escuelas antiacoso con programas como Kiva es que no se puede dejar pasar ni un “tonto” (Álvarez, 2016a). Puede que parezca exagerado, pero si somos capaces de acostumbrarnos a lenguajes relajados, e incluso si nuestros oídos llegan a asimilar como parte de la cotidianidad ciertas palabras malsonantes, debemos pensar que también lo contrario es perfectamente posible. Este mismo celo debe aplicarse al uso machista del lenguaje: un profesorado concienciado transmite esta consciencia en su labor educativa. Resulta necesario detenernos en las siguientes evidencias, que hay que tener en cuenta para la efectividad de los planes de prevención, a la hora de su diseño: quien agrede verbalmente no tiene por qué sobrepasar la barrera de la herida física. Frecuentemente, empero, quien agrede físicamente, también lo hace verbalmente. 
Asimismo, el educador debe ser un centinela de lo que los menores consumen, aunque sea en situaciones de juegos o en argumentos ficticios. En este sentido, no debemos dudar de que resulta necesario velar por evitar la normalización de las agresiones en la ficción. Recientemente han saltado a la opinión pública casos muy llamativos de enaltecimiento del terrorismo y la violencia (Barroso, 2016), pero otras veces nuestros menores están expuestos a escenas no aptas para ellos con el desconocimiento de los adultos que muchas veces los dejan sin supervisión delante de la televisión  Los docentes no pueden vigilar este aspecto, pero sí pueden orientar a los padres y madres. Y en lo que les compete, sí pueden velar por la adecuación de las obras contenidas en la biblioteca de aula (Cabrera García-Ochoa y Martínez-Bello, 2014), así como tomar el relevo ante cierta publicidad (Hidalgo-Marí, 2015), cuando se visionan películas en determinados momentos escolares o cuando se asiste a representaciones con los alumnos y alumnas.  Tu propio lenguaje debe ser ejemplo de respeto absoluto. Piensa que forma parte de tu trabajo controlar tanto el tono de voz en situaciones tensas como despejar tus intervenciones de toda intención hiriente, además del ya comentado uso no sexista del lenguaje, dando paso a una forma de nombrar incluyente, justa y adecuada a las nuevas realidades (Simón, 2011). 

3) Da retroalimentación tras un conflicto 
Si los niños pueden ser muy crueles con otros niños, promoviendo la insolidaridad y la exclusión, la labor docente debe compensarlo conceptual y actitudinalmente poniendo de relieve que se trata de conductas detestables, que no tienen justificación alguna, haciendo hincapié mediante ejemplos reales en las consecuencias que estas dinámicas conllevan para el agresor y la víctima —especialmente en las menos evidentes para los niños, como que el agresor termina sintiéndose muy mal por haber hecho daño, sentimiento que se debe asimismo trabajar en los casos que pudieran darse en la escuela—. En general, se pondrá de manifiesto que la agresión nunca constituye una acción eficaz para manejar la situación o lograr objetivos. Sin embargo, no todo deben ser actitudes punitivas, pues pueden resultar contraproducentes si generan resentimiento. Habrá momentos, cuando se trate de burlas, de bromas o de frases irónicas, en que una estrategia puede ser canalizada, para que no sean origen de algo más grave, hacia la idea de “me río contigo, no de ti”. Actitudes de risa sana fomentan el buen clima, siempre respetando la premisa de que los chistes no sean ofensivos, groseros o puedan herir sensibilidades. En todo caso, no dejes pasar un altercado entre compañeros para comentar lo sucedido con el grupo clase. De hecho, momentos como estos pueden justificar, por ejemplo, la impartición de una de las sesiones del curso de formación específica en materia de violencia escolar y machismo. Sin embargo, no debemos confundirnos: no se trata de depender de que ocurra un caso de maltrato para tomar la iniciativa instructora, pero sí se pueden aprovechar casos reales, cercanos o no, para dar esa retroalimentación crítica o introducir ciertos temas que no deben eludirse en la escuela. Se trata precisamente de la diferencia entre la prevención primaria y la secundaria que señalan María del Mar Muñoz Prieto y María Sandra Fragueiro Barreiro (2013: 43); la terciaria  supone un paso más, al ser la que ocurre “cuando nos encontramos ante situaciones violentas ya consolidadas. Las actuaciones están diseñadas para remediar el problema, disminuir la duración y minimizar los efectos negativos y perjudiciales para el alumnado” (Muñoz Prieto y Fragueiro Barreiro, 2013: 43-44).

4) Fomenta el diálogo 
Muchos de los programas revisados incluyen formación específica en la detección de las señales de alarma. Si bien no discutimos que esta capacidad debe ser desarrollada para poder ser ejercida de manera autónoma, no debemos olvidar insistir en la importancia del diálogo: todo signo percibido, en primera persona o como testigo, debe ser susceptible de convertirse en materia de conversación con otras personas que nos ayuden a definirlo y atajarlo. Estas personas pueden ser familiares, amigos o incluso el personal del centro educativo. Lo importante es poder contar con interlocutores adecuados. Asimismo, el diálogo entre las propias personas que protagonizan el altercado, es decir, entre los agresores y  las víctimas, bien enfocado también funciona como bálsamo para ambos y como prevención o suavizamiento de futuros episodios. En general, para favorecer la supresión de estas tendencias es importante promover en los escolares una actitud crítica y reflexiva respecto a la violencia que les rodea, enseñándoles a rechazar la violencia en cualquiera de sus manifestaciones. Y la intervención que se programe para prevenir o abordar los problemas de violencia entre iguales en los centros educativos no debe estar dirigida exclusivamente a las víctimas, sino también a los agresores y a los espectadores porque todos están implicados y para todos tiene consecuencias negativas. En esta línea, que el profesorado fomente un buen clima en el aula a través del diálogo parece ser un factor de protección de la violencia en la escuela, y el consenso de normas en el aula podría ser una de las vías para conseguirlo (Povedano et. al., 2015). Asimismo, fomentar el trabajo y comunicación en grupo ha demostrado ser efectivo en la reducción de conductas violentas, porque ayuda a establecer pautas de cohesión entre los miembros. Obliga al diálogo, al acuerdo y al consenso. Todos son importantes y aprenden a apoyarse mutuamente en beneficio común. No es casualidad que el lema del programa finlandés Kiva, que está revolucionando los métodos antibullying, sea precisamente “Let’s make it together!”. La promoción de las tomas de decisiones democráticas, la preeminencia de las formas pacíficas en la resolución de conflictos, haciendo frente a las tensiones sociales mediante la utilización del diálogo y la negociación, son medidas imprescindibles para la prevención de la violencia escolar. Hay que educar en el respeto y la convivencia armoniosa, orientada a evitar la generación de personalidades tendentes tanto a un perfil de agresores como de víctimas.

5) Prima la comunicación inmediata 
Esperar a que el problema se complique es un error que puede tener consecuencias lamentables, por eso es necesario que otros profesores o profesoras conozcan cuanto antes el problema en cuestión, e incluso que se informe a la dirección del centro. Actualmente, además, las leyes están pasando a considerar que ser testigo de un caso de acoso y no comunicarlo es motivo de sanción grave (Álvarez, 2016b). Dice al respecto la escritora Rosa Montero (2016): “La verdadera culpa del acoso escolar está en los adultos perezosos y cómplices, en el profesorado, los padres, las instituciones”. Debemos, pues, pensar, que no nos compete a nosotros juzgar la gravedad de un asunto: hemos de dar constancia del mismo, para no ser cómplices de los agresores con nuestro silencio. En este sentido, no demores el intercambio de impresiones con las familias. Los especialistas en cuestiones de prevención de violencia escolar incluyen, entre sus medidas recomendadas, el establecimiento de comunicación fluida escuela-hogar. Efectivamente así se recoge en muchos proyectos antiacoso, como por ejemplo el método finlandés Kiva, revolucionario en las sociedades occidentales, como hemos comentado. Así pues, según sus directrices, es necesario hablar, desde los primeros signos, con los padres, madres o personas que ejerzan la tutoría legal de los menores implicados en un altercado. Ellos deben tener a su disposición guías y tutorías para poder hacer frente a este tipo de situaciones. Una de las más populares y efectivas en la actualidad es precisamente KiVa Antibullying Program. Parents’ Guide, disponible en la red de manera gratuita (Kaukiainen y Salmivalli, 2009). Hemos de tener en cuenta que los programas más efectivos prevén soluciones grupales a los problemas de violencia o acoso, dado que el bullying suele tener su origen también en grupo: desde los planes estatales hasta las familias, pasando por los educadores, todos han de colaborar en un diálogo constructivo con acosadores y acosados, también en casos de violencia de género. 

6) Aprovecha la sensibilización mediante la literatura o el arte  
Recientemente, en un análisis del fracaso de la Ley Orgánica 1/2004, Silvia Bermúdez (2015) se plantea el papel de las manifestaciones culturales, como el cine o la literatura en la tarea de tomar responsabilidad colectiva de esta lacra social.  La escenificación del amor tóxico, aunque no sea específicamente en películas sobre adolescentes, ayuda en el proceso de identificación y rechazo, desde los primeros síntomas, del problema. El hecho de asistir como espectadores no impide la identificación por parte del receptor con la problemática de los personajes, pero precisamente la condición de espectador, y sobre todo el planteamiento didáctico desde las aulas o el cine fórum, posibilitan la distancia crítica que se requiere para una asimilación de sus peligros e implicaciones. Películas que se usan frecuentemente para tratar estos temas son el cortometraje, en forma de falso documental, Amores que matan (2000) o la galardonada Te doy mis ojos (2003), ambas de Icíar Bollaín. Otras asimismo útiles, podrían ser Solas (1999), de Benito Zambrano; En la puta vida (2001), de Beatriz Flores Silva; Sólo mía (2001), de Javier Balaguer; Princesas (2005), de Fernando León de Aranoa. También se han intentado experiencias didácticas que parten de la literatura, con novelas como Algún amor que no mate (1996), de Dulce Chacón, La mujer del héroe (2005), de Consuelo Alcalá, e incluso el poemario de Ana Romaní Love me tender. 24 pezas mínimas para una caixa de música (2005), entre muchos otros que se pueden citar. Sea cual sea, lo importante es no perder de vista la utilidad de la literatura para estos propósitos (Aroca Montolío, Ros Ros y Varela Portela, 2016). 

7) Descubre nuevas metodologías docentes 
En los métodos de enseñanza y aprendizaje hay mucho camino por hacer, pero también mucho potencial explorable: en nuestro horizonte hemos de favorecer aprendizajes significativos por medio de la observación, la crítica y la indagación, que ayuden a deconstruir falacias, falsas creencias, mitos e ideas previas erróneas o discriminatorias (Simón, 2011). Muy relacionada con la educación lingüística y literaria, la metodología denominada “tertulias literarias dialógicas” establece objetivos formativos que aúnan objetivos de formación estrictamente literaria con horizontes de animación a la lectura y promoción de espíritu crítico, todo ello mediante la lectura compartida y el debate moderado entre los propios estudiantes, lectores e interpretadores de las obras propuestas. En este sentido, no deberíamos desaprovechar las ocasiones para acercarnos críticamente a concepciones que quedan entrelíneas y que justifican ciertas conductas y sistemas de valores, o discutir de la imagen de la mujer de ciertas obras (Saneleuterio, 2010). 

8) Lleva un registro detallado 
Los casos de violencia o maltrato verbal deben quedar archivados, para su seguimiento e incluso para su estudio en aras de acciones preventivas. Este puede ser un granito de arena hacia un registro común estatal que centralice los casos y que permita observar pautas de comportamiento y predecir riesgos. De hecho, desde el Ministerio, el borrador del plan de convivencia promete poner en marcha antes de junio de 2016 un registro estatal sobre casos de acoso escolar y otros casos de violencia en las aulas.  Asimismo, algunas comunidades autónomas acaban de poner en marcha iniciativas relacionadas, como el segundo Plan de Igualdad de Género en la Educación 2016-2021 aprobado por el Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía durante el mes de febrero de 2016. Entre las novedades concretas de esta Comunidad Autónoma destaca también la creación
de la Red Andaluza de Centros Igualitarios y Coeducativos, que visibilizará y apoyará a los colegios e institutos que lideren experiencias en este ámbito. 

9) Colabora en la redacción y cumplimiento del proyecto educativo y plan de igualdad 
Para llevar a la práctica la coeducación en la escuela una de las premisas es la existencia de un Proyecto Educativo de Centro en el que la coeducación esté planificada, coordinada y tenga en cuenta los recursos disponibles para optar por la vía más adecuada para su desarrollo (VV. AA., 2008: 19).  
“En suma, la coeducación se plantea desde una doble perspectiva: debe asegurar una práctica educativa que no sea discriminatoria para con el género femenino y, además, debe hacer visibles y extender a toda la población escolar aquellos valores propios de la cultura femenina que tradicionalmente han sido objeto de una discriminación en el currículum y en la vida cotidiana de las escuelas. Estos son los dos puntos básicos sobre los que ha de pivotar un adecuado proyecto educativo” (Rodríguez, 2003: 59). 
De acuerdo con la estrategia aprobada, los centros deberán elaborar planes de igualdad específicos e incorporar sus objetivos en los de convivencia y los de orientación y acción tutorial, así como en las programaciones didácticas. El plan de igualdad específico de cada centro educativo, obligatorio en algunas comunidades autónomas, es un elemento valioso en la prevención y lucha contra el sexismo y la violencia escolar. Si no existe, tú puedes tomar la iniciativa. Además de la implementación de medidas de prevención, una de las manifestaciones es la promoción de talleres específicos para el profesorado y los equipos de apoyo psicopedagógico sobre las señales —muy sutiles en ocasiones—, que permitan una detección precoz de situaciones de violencia escolar y, principalmente, prevenir situaciones de victimización en el aula (Cava, 2011). En esta línea, el centro educativo puede explicitar su política educativa de tolerancia cero hacia cualquier tipo de violencia. Para ello es necesaria la regulación de las normas de convivencia y de los procedimientos para la resolución de los conflictos que alteren la convivencia escolar, con  protocolos claros y efectivos, conocidos por la comunidad educativa. Solo una buena convivencia escolar puede permitir el desarrollo integral del alumnado, objetivo último de la educación.  

10) Revisa el lenguaje y perspectivas de los contenidos curriculares que impartes 
Los libros de texto, folletos, obras literarias, objetos digitales y demás materiales curriculares de tus asignaturas deben ser objeto de tu análisis, con especial atención a la detección de la presencia de posibles prejuicios o estereotipos sexistas y al uso de un lenguaje inclusivo. Por su parte, la Inspección Educativa de las comunidades autónomas que ya han aprobado su plan de igualdad se encarga de supervisar el desarrollo del currículo mínimo por parte de las administraciones educativas de la correspondiente Comunidad Autónoma.  En los contenidos de las diversas materias, puedes compensar la ausencia secular de las mujeres, recuperando sus obras, su presencia y sus logros (Simón, 2011). Dice Foucault (1997) que lo que no tiene nombre no existe. Asimismo, lo que no se dice no siempre es obvio (Authier-Revuz, 1995). Así pues, “la institución educativa es la encargada de transmitir un arbitrario cultural, el cual se ha correspondido, básicamente, con la cultura masculina. Pues bien, esta situación ha de ser modificada con objeto de introducir elementos propios de la cultura femenina” (Rodríguez, 2003: 60). Es también labor del cuerpo docente, no solo de la historiografía que se queda en los libros, el rescatar la historia, las voces y la cultura propiamente femeninas con objeto de hacerlas visibles en la escuela.  Asimismo, en áreas y materias nuevas podemos introducir la educación emocional y los valores de corresponsabilidad, autonomía personal, respeto activo a las diferencias como positivas y deseables, y rechazo de la violencia como solución a los conflictos, creando actitudes cooperativas, respetuosas y solidarias (Simón, 2011).  Por último, se recomienda incluir en el currículo escolar una “educación para la igualdad” que, además, se plasme de forma transversal en todas las áreas y en el proyecto educativo (Gregori, 2007).  

Extraído de:
Rocío López-García-Torres y Elia Saneleuterio (2016). "El valor de la palabra en la prevención de la violencia de género en contextos educativos". Cuestiones de género: de la igualdad y la diferencia, n.º 11, pp. 105-128. DOI: http://dx.doi.org/10.18002/cg.v0i11.3639