El
año pasado, justo un día como hoy, terminé el prólogo de una antología poética
en la que se reunía la obra de veintiuna poetas mediterráneas, publicada en
Lastura y coordinada por Mar Busquets, Elena Torres y María Teresa Espasa.
Apunté un dato importante en esas páginas: que la belleza en muchas de esas
autoras se separaba del concepto tradicional, es decir, del estereotipo de lo “bello”;
si acaso —dije— tendría más que ver con ese concepto de “sublime” en el que
indagan filosófica y estéticamente varios autores del Romanticismo[1]. El resultado conecta con
algunas tendencias que logran emanar una belleza cuya explicación difícilmente
puede hallarse aludiendo a los parámetros que suelen otorgar esta
característica a las cosas: simetría, proporción, armonía, elegancia,
simplicidad, recursividad… Un niño o una niña, por la suavidad de sus formas y
la ternura de su expresión, es fácil que conecte con las respuestas perceptivas
y afectivas más nobles de nuestro cerebro. De hecho, este es el “efecto Bambi”
de Desmond Harris[2],
gracias al cual la naturaleza se asegura el sustento desde el nacimiento
creando un vínculo con los protectores, especialmente la madre, entre otras razones
por la especial forma de los cachorros.
Lo
que conecta especialmente con las conmemoraciones de cada 21 de marzo es la
pregunta sobre cómo se explica el sentimiento ante un ser con una deficiencia o
deformidad evidente. Los animales, con frecuencia, rechazan o sacrifican, sea
producto de la selección natural, sea por instinto del llamado gen egoísta[3]. E incluso la humanidad ha
cultivado estas prácticas en determinados momentos de la historia. En efecto, lo
raro, lo deforme, debería provocar rechazo… de hecho lo produce cuando no se
conoce: nadie desea tener un bebé con síndrome de Down, por ejemplo, al menos
antes de verle la cara o cogerlo en brazos. Sin embargo, ¿por qué no rechazamos
esta realidad humana una vez entra en contacto con nosotros? Acaso hay algo
sublime, algo escondido que lo explica.
Ese
punto es el que nos otorgan algunos de los versos contenidos en la citada
antología. Que esta extraña simbiosis ocurra precisamente a través de un poema
me hizo pensar en la coincidencia de que el Día Mundial de la Poesía venga a
coincidir con el Día Mundial del Síndrome de Down[4]: la poesía no solo canta
esos momentos o lugares que objetivamente producen una honda satisfacción en el
alma, sino también algunas realidades que no son como para presumir. Y, mucho
más todavía, aquello que nos estremece como seres humanos, pero que no queremos
apartar de nuestra vida; como un sufrimiento que, al mismo tiempo, ordena la
vida y explica nuestro sistema de valores y la jerarquía de nuestras
prioridades. Algunas de estas situaciones son terribles, otras brillan por su
nobleza, mientras que otras sobrecogen por su magnitud, entendida esta en todos
los sentidos; terrorífico, noble y magnífico son precisamente las categorías en
las que Kant clasifica los sentimientos sublimes[5].
Valencia, 21 de
marzo de 2019
Día Mundial de la
Poesía
Día Mundial del Síndrome de Down
[1] Cuyas raíces se establecen en la
obra de Immanuel Kant, Beobachtungen über
das Gefühl des Schönen und Erhabenen [Observaciones
sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime], Königsberg, 1764.
[2] Se refiere a la explicación “según la cual tanto los bebés humanos como los
lactantes de cualquier mamífero —sea éste cachorro, gatito o bebé foca—
presentan una especial disposición de los rasgos de la cara (ojos
exageradamente grandes, nariz y boca pequeñas, óvalo redondeado) que incita
automáticamente al amor de sus progenitores y, ya de paso, al de cualquier adulto de su especie” (Lucía
Etxebarria, Un milagro en equilibrio,
Barcelona, Planeta, 2004, pág. 18).
[3] Richard Dawkins, El gen egoísta.
Las bases biológicas de nuestra conducta, Barcelona, Salvat, 2014.
[4] El Día Mundial de la Poesía se
celebra cada 21 de marzo desde 1998, a propuesta de la Unesco, por el
simbolismo que representa el equinoccio de primavera; el motivo de que en 2012
la Asamblea General de las Naciones Unidas eligiera la misma fecha para el Día
Mundial del Síndrome de Down tiene una explicación numérica, por ser su origen una
trisomía en el cromosoma veintiuno (21-3). No es arbitrario que sean también 21
las voces poéticas que toman la voz en Mediterráneas.
[5] Op. cit.
2 comentarios:
Sencillamente excepcional y hermoso a la vez. Gracias por tan bella exposición del sentimiento
Preciosas líneas y reflexión, Elia. Gracias.
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